El niño que cursa Primaria debe adquirir (debe desarrollar) el “sentido de iniciativa”. También un "espíritu emprendedor”. Lo dictamina el Real Decreto 126/2014, de 28 de febrero, por el que se establece el currículo básico de la Educación Primaria. Enuncio: hay en la segunda expresión algo que me irrita. Un tufo economicista asciende hasta mi cerebro cuando la leo. Y no lo desprende el sustantivo que la corporeiza. Es el adjetivo. ¿”Emprendedor”, de qué? ¿Para qué? Y, ¿por qué? ¡Qué hastío! Siempre la cantinela de rigor: ¡hay que emprender, hay que emprender, hay…! Muchachos: parece que los ojos se os hubieran volado… ¡Actívese únicamente el sentido de iniciativa! No es lo mismo iniciar que emprender. Lo primero conlleva comenzar. Lo segundo, comenzar con miras a agenciarse moneda corriente. Inculcarle a un escolar que debe convertirse en asalariado es como tajarle, de un solo tajo, la infancia. Iniciar deviene estimulante. Hasta educativo deviene. Emprender aviva la llama de la especulación, del capitalismo inhumano, de… “¡a la saca!”. ¿Nadie va a interiorizar, aquí y ahora, aquel precepto de la Bhagavad Guita que reza: “haz sin esperar nada a cambio”? Claro que los papás (lumbreras todos) de las leyes de educación no habrán leído el sagrado texto hindú. Falta les haría. ¡Que emprenda Rita! Esto diré, llegado el momento, al Príncipe de Azulandia. Solo espero que no haga oídos sordos.
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