A colación del micro-ensayo (pero no tan micro) Visión culta y corazón educado. Lecciones de la crisis, encastillado en el libro Filosofía mundana (Galaxia Gutenberg), de Javier Gomá Lanzón.
Dice un viejo proverbio chino: “Nunca mates una mosca sobre la cabeza de un tigre”. Hablar mucho y sin control, hacer o deshacer a nuestro antojo, capitanear un barco o salir sin un rasguño de una pelea a muerte: aventuras y desventuras del hombre. Ojo: del hombre (no del robot). Quien nunca lanza ganchos a izquierda y derecha ni ordena que alguien agarre el timón de un barco ni da rienda suelta a la verborrea de bocachancla trasnochado no sabrá, a su pesar, lo que es vivir. Hay un caballero Gomá de la estirpe de los Lanzón que parece metido en salmuera a juzgar por la frialdad y el falso autocontrol de que hace gala y que, casi siempre, conduce a la represión mudada en zambombazo. Seguro estoy: este caballero no mataría una mosca sobre la cabeza de un tigre ni tampoco sobre la punta de un iceberg.
Pienso.
Léanse estas líneas de don Javier referidas a la penúltima crisis económico-social sufrida por todo hijo de vecino: “La educación del corazón se ha manifestado en la ausencia de violencia callejera, el estoicismo crítico entre los recortes sociales, el perfecto funcionamientos de densas redes de solidaridad con los perjudicados o la admirable superación empresarial (…) Lo cual tiene aún mayor mérito si se tiene en cuenta la negligencia de una opinión pública dominada por el histerismo atolondrado y el papel desempeñado por el estamento intelectual, la gran decepción del drama”.
¿Ausencia de violencia callejera? ¿Redes solidarias perfectas? ¿Admirable superación empresarial? ¡Cáspita! Estaría alto el guindo…
Pero todo no van a ser bofetadas con la mano abierta (en sentido metafórico). También hay caricias que de vez en cuando se materializan en el careto del intelectual de turno. Venga, Javier, vaya ahora para ti una merecidísima por estos renglones tuyos tan ilustradores (e ilustrados. ¡Albricias!): “Hemos visto cómo (…) el coro de intelectuales que surcaron con júbilo y desenfado las olas de la prosperidad, al llegar las horas malas, olvidados del éxito colectivo, se abandonaron a una orgía de censura en todas las direcciones, censura de cortas miras y condicionadas por la posición ideológica y la circunstancia personal del opinado de turno, quien, con las enormidades enfáticas que profería, aumentaba la angustia y la desesperación de la desconcertada ciudadanía alentándola a buscar chivos expiatorios en los que tomarse venganza”.
Chapó. La ideología no es buena. Totalmente de acuerdo.
Ahora otra bofetada. Escribe el caballero Gomá: “De súbito, se disparó el índice de culpabilidad de los otros (…) Primero, las instituciones: partidos, sindicatos, comunidades autónomas, la Unión Europea, el mercado o Alemania. Pero siempre que se pudo se prefirió la personalización del odio: la casa real, los funcionarios, lo políticos, los banqueros”.
Sí, hombre, sí. Lo que tú digas. No te lo crees ni harto de Malafollá, crianza de 2009, un tinto granadino de lo mejorcito que ha dado la tierra del moro Boabdil.
Aquí, Javier, la has pifiado ¡pero bien! Ay de ti.
Haré un alto en el camino en esos tres nobilísimos caserones: a) La casa real, b) los políticos, c) los banqueros. Los funcionarios son unos mandados. Dejémosles hacer su trabajo lo mejor que sepan o puedan. Y a los flojos ¡que les zurzan! Yo no sé si será la mayoría o no.
a) La casa real víctima del odio. ¿De qué odio? ¿De quien no llega a final de mes? ¿De quien no es tontaina y se da perfecta cuenta de cuanto sucede en este país (¡se dice España!)? Si yo fuera el “ciudadano Borbón” (frase acuñada por un comunista republicano que vestido con un impecable trajecito y una formidable corbatita aplaudió alegremente al monarca no hace mucho: Alberto Garzón) haría mi maletita forrada en piel de cordero e intentaría imitar al señor Fox. Eso sí son unas vacaciones con gastos pagados como Dios manda. Y no las que tiene ahora, también con gastos pagados, pero no tan buenas porque debe hacer como quien trabaja un poco…
b) Los políticos víctimas del odio. ¡No me lo puedo creer! ¿Han hecho algo merecedor de semejante sentimiento autodestructivo? ¿Han sido corruptos? ¿E inmorales? ¿Sí?… ¿Una miaja?… Vaya. Yo a los políticos les aconsejaría que fuesen al Instituto de Pensadores Orientales. Un poquito de Lao Tsé por acá, un poquito de Confucio por allá, un poquito de Xiaoping por acullá y ya tenemos hecho el milagro de la Iluminación. Estoy seguro.
c) Los banqueros víctimas del odio. Cuidado: “banquero” no es sinónimo de “empleado de banca”. Mucho anestesiado hay, ahí fuera, que así lo cree. En granaíno: Animalico. Mi recomendación para los banqueros es que viajen a países del África profunda o de Latinoamérica en(red)ada. Yo no he viajado a ninguno de esos lugares. El hecho inobjetable de que no soy banquero me justifica. De ese modo se curarían de espanto. Como los españoles nos hemos curado, alguna vez, gracias a ellos. ¿Serán los banqueros unos mártires de la posmodernidad?
Yo no sé en qué mundo vive Javier Gomá Lanzón. Yo sí sé que debe ser uno muy alejado del de otros muchos mortales como el menda lerenda: incultos, sí, pero de corazón educado. No helado. Y es que no hay ejemplo más palpable de lo que, de un tiempo a esta parte, vengo tratando de decir en este sacrosanto espacio para la libertad mía (que no liberticidio mío. O eso espero. Sopitipandos): la decepción grande que me ha supuesto descubrir a un pensador que me fascinó en una entrevista televisiva y al que, una vez leído, no hallo más gracia que la del lenguaje elevado al servicio de unas ideas (que diría mi amiga Analba) insulsas de toda insulsez.
Estimado lector: no te dejes convencer por las apariencias de momento y vistazo cortos. Ponles freno. Echa mano del refranero español: “Aunque la mona se vista de seda…", del Opus Dei se queda, o similar.
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