martes, 13 de noviembre de 2012

35/ Detonante borgiano (I)

Nélida es nombre de mujer…

     Leo a Borges. En la pág. 101 (Debolsillo) de El informe de Brodie se recoge tal nombre. El estómago me ha dado un vuelco al examinarlo. Siempre anhelé escribir: <<Nélida, mi amor…>>; <<Tus ojos, Nélida, son…>>; <<Te amo tanto, Nélida…>>. 

     La escritura es autobiográfica o nada es. Jamás frecuenté a ninguna Nélida. Ni aún indirectamente. De mentas conozco a Nélida Piñón (escritora brasileña) y a su homónima Quiroga (actriz argentina). Con ninguna tuve la dicha de compartir. 

     El otro nombre de mis desvelos: Amalasunta. De resonancias novelísticas sudamericanas adolece; al igual que Amaranta: Gabriel García Márquez me lo ofrendó decenas de páginas adentro. De varón: Maimónides y Bosco deleitan mi hedonismo verbal (acaso barroco). A todos ellos sobrepasa Nélida. 

     Sueño con ella, Nélida, a quien atribuyo rasgos de <<Ella>>; con su verbo (arrebatado a otra); con su cuerpo de sílfide (transmigrado). No deviene, a mi pesar, en Nélida. El nombre propio no puede trasvasarse a ajenos. Un interrogante me despabila la conciencia: <<¿Dónde estás, amor mío?>>. Es entonces cuando me consagro a mi rutina.

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