jueves, 27 de agosto de 2015

199/ Reflexiones quijotescas IV

UNA LICENCIA ESCATOLÓGICA

Primera parte de Don Quijote de la Mancha. Capítulo XLVIII. Edición de Francisco Rico. ¿Y con esto? De cómo el homo sapiens repite vicios, fallas, y siempre se la propinan en el mismo costillar. O diálogo entre el cura avecindado de don Quijote y un canónigo que, sin pretenderlo, conoce al Caballero de la Triste Figura. 
      Pues bien: el tal canónigo sostuvo una conversación con no sé quién sobre el mal gusto del pueblo en lo tocante al género cómico de las comedias. Y refiere (trayendo a colación ese palique): “`Decidme, ¿no os acordáis que ha pocos años que se representaron es España tres tragedias que compuso un famoso poeta de estos reinos, las cuales fueron tales que admiraron, alegraron y suspendieron a todos cuantos las oyeron, así simples como prudentes, así del vulgo como de los escogidos, y dieron más dineros a los representantes ellas tres solas que treinta de las mejores que después acá se han hecho?´. `Sin duda –respondió [el otro] (…)– que debe de decir vuestra merced por La Isabela, La Filis y La Alejandra´. `Por esas digo –le repliqué yo–, y mirad si guardaban bien los preceptos del arte, y si por guardarlos dejaron de parecer lo que eran y de agradar a todo el mundo. Así que no está la falta en el vulgo, que pide disparates, sino en aquellos que no saben representar otra cosa´”.
      Justamente eso les soltaría yo a los responsables de la telebasura. Para mí telecagada. Les diría: No es el vulgo. Sino ustedes, que no saben ofrecer otra cosa, ni aún sabiendo la ofrecerían. Enemigos de los preceptos del arte son (y a poca honra). 
      Yo ya no veo televisión. Diré la verdad: llevo dos semanas desintoxicándome del influjo de la caja tonta que atonta al más pintado. Y, oye, ni rastro de mono. Crucemos el índice y el pulgar. 
      Antena 3, Telecinco, La sexta y Cuatro se jactan de una parrilla que ya empieza a oler de lo suyo. Queda el lastre, sin recoger, cerca y da asco. La de la Uno, la Dos, Factoría de ficción y Teledeporte aún no. Se indispone y defeca, la parrilla, en el váter de los desaciertos inapreciables. El olor, de haberlo, es absorbido por el estractor. El de las otras parrillas se estanca en el salón y el telespectador (parece ser que no medio, sino alto, por educación y cultura) regurgita y hasta vomita su contenido. ¡Puagh!     

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