jueves, 28 de mayo de 2020

322/ ¡Alegría!

OPINIÓN

En “La piel de toro” se otorgan premios con demasiada ligereza. Refiero los literarios y periodísticos y uno que otro musical (no entraré en ese jardín). Podrá achacárseme que yo no he recibido ninguno de ellos y, por eso, opino cuanto expongo en esta columna. Vale. Acháquemelo quien así lo crea. Tendrá razón. A mí plim. Insisto: aquí no prima la excelencia cuando el fin último es premiar sino algo en exceso alejado del principal excusador de la vanagloria (la mentada excelencia): los dineros. O su primita hermana: la conveniencia. Quiere decirse: de grupo empresarial. O: la consanguinidad habida entre el otorgador y el recibidor del premio. O: la consanguinidad habida entre uno o varios miembros del jurado y el ganador del premio. He dicho: consanguinidad. También podría decir: afinidad ideológica. Esta es una intuición arrogante. Cuando uno lee la primera página de la novela finalista del Planeta y se da de bruces con una prosa digna de cualquier estudiante de ESO o Bachillerato, seguro estoy, recapacita y piensa para sus adentros: ¡Maravillosa sencillez! Cada quisque sabe que quedar finalista del Planeta es ganarlo por lo bajini. Si esa página acaparara espontaneidad tendríamos, ya, la perfección. Todo esto siguiendo la tesis de Juan Ramón Jiménez. Cuando uno lee un artículo galardonado con el Mariano de Cavia y advierte que lo ha concedido ABC a un tal Arturo Pérez Reverte y que este escribe en un semanario perteneciente al mismo tinglado empresarial donde se encastilla ABC, ¡tate!, reflexiona y concluye: ¡qué pluma la de este espécimen con tanto y tan bien definido plumaje! Si el plumaje de rigor fuese (in)definido no hablaríamos nada. Pero lo es: definido. Tales despropósitos suceden en este país (“perdone: ¡Se dice España!” La vocecita de duende de “El caballerito español” ha irrumpido de improviso. Excúseme don José María: en España quería decir) y lo dejan a uno boquiabierto. Ahora compararé aunque hacerlo equivalga a desembocar en el odio. Enrique Vila Matas ha escrito cientos de artículos muy muy superiores en gracejo y erudición libresca al premiado (el de Reverte: La posada de Dickens. Búsquenlo). ABC no convoca al bonachón de Enrique. ¿Puuurqué? Juan José Millás supera de corrido a Reverte en lo ficcional (esencia de la literatura de vuelo alto) y lo demuestra en cada artículo y libro que escribe: tiene voluntad de excelencia. ABC no invoca (tampoco convoca) a Millás. ¿Puuurqué? Ahora caigo: Juanjo no es periodista. Hummm. Dicen que escribir en España es llorar. Yo añado: y reír. Yo, ahora, estoy desternillándome. Llevo tanto tiempo aquí que soy invulnerable al espanto.
     Y, ¡alegría!

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