Me chapuzo en Un río, un amor (Cernuda). El poemario exhuma a Juan Ramón, a Alberti, a Lorca.
Un arquetipo: el cuerpo vacío. Fue musicado en perfectos alejandrinos blancos. Sus acordes resultan magnificentes. Sobresale la matemática versal. Luis interpela a André Breton y a Philippe Soupault; profiriéndoles, apostillo yo, mil vueltas. Su automatismo psíquico no era puro en demasía. Él jugaba con red.
Red tejida a base de sentido y corrección lingüísticos. Atributos, ambos, desconocidos por Breton y yo no sé si por Soupault.
Lo cierto es que Luis no parece adherido al Surrealismo en según qué pasajes líricos de Un río, un amor. El sevillano, conjeturo, era demasiado <<eminente>> como para coquetear con la estulticia sin salir magullado…
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