viernes, 17 de agosto de 2012

10/ Literatura austrohúngara

Evoco Mendel, el de los libros. También Yo, otro. ¿Artífices? Stefan Zweig e Imre Kertész respectivamente. El primer rasgón restó regusto acibarado a mi paladar psíquico. E imágenes certeras: Mendel ambulando por las arterias de Viena. O afianzado al tablero del café Gluck. O recluido en un campo de exterminio nazi. Kertész (Budapest, 1929) fue deportado a Auschwitz y a Buchenwald el 44. En 2002 toma el Nobel de Literatura. Temática: La transformación del yo desde la II. G.M. hasta nuestras jornadas. ¿Qué nos ejecuta disímiles a nosotros mismos? ¿Es quimérico pretender ser quienes éramos? ¿Seremos quienes nunca fuimos: Otros? Wittgenstein concurre sobremanera. Kertész confiere pábulo al filósofo. Afirma que su cavilar fue medio para la vendetta. Sendas evocaciones espolean mi aversión al antisemitismo. Una tesis del postrer título: El individuo media entre la vida y su sentido. Fracasa en ambos parajes. Lleva a efecto el objeto de vivir. No se percata, en tal cumplimiento, de las finalidades de la vida. Cavilo: El hombre debe escalar sin dilación a la cúspide de la consciencia. Lo enunciado devendría ética cimentada y resolutiva. Infiero: Mefistófeles encierra un compromiso: Despabilar del letargo infernal de la insensatez. De ello depende, categóricamente, fenecer en olor de multitud. 

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