Evoco Mendel, el de los libros. También, Yo, otro. ¿Artífices? Stefan Zweig e Imre Kertész respectivamente. El primer rasgón rentó un regusto acibarado a mi paladar psíquico. E imágenes certeras: Mendel caminando por las arterias de Viena. O afianzado al tablero del café Gluck. O recluido en un campo de exterminio nazi.
Kertész (Budapest, 1929) fue deportado a Auschwitz y a Buchenwald el 44. En 2002 toma el Nobel de Literatura. Temática: La transformación del yo desde la II. G.M. hasta nuestros días. ¿Qué nos hace diferentes a nosotros mismos? ¿Es quimérico pretender ser quienes éramos? ¿Seremos quienes nunca fuimos: Otros? Wittgenstein concurre sobremanera. Kertész da pábulo al filósofo: afirma que su cavilar fue medio para la venganza.
Sendas evocaciones espolean mi aversión al antisemitismo. Una tesis del postrer título: el individuo media entre la vida y su sentido; fracasa en ambos parajes; lleva a efecto el objeto de vivir. No se percata, en tal cumplimiento, de las finalidades de la vida…
Cavilo: el hombre debe escalar sin dilación a la cúspide de la consciencia. Lo enunciado devendría ética cimentada y resolutiva. Así quiero creerlo <<yo, ¿otro?>>…
Infiero: despabilar del letargo infernal de la insensatez. De ello depende, categóricamente, fenecer en olor de multitud.
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