Kant afirmó que los sentidos y la intuición narcotizan la inteligencia. Por la percepción (o similar). Por no sé qué caminos interiores… La idea toma asilo en: Cómo orientarse en el pensamiento.
Indago: ¿Dónde radica, Eros, tu sacrosanta esencia? Dicho sea con rencor. Porque tú (Eros), quisquillosa partícula, has penetrado hasta lo más hondo de este exaltador de ausencias y de no sé qué más. Y lo has hecho de manera impecable; pura. Y eso me encorajina hasta extremos insospechados.
Leo el párrafo anterior y observo que quizá podría encuadrarse en el género de la prosa poética Craso error sería ése. Por ello, a partir de este otro párrafo, voy a tratar de no divagar por alturas de poeta (ni de filósofo). Lo que pretendo decir, Eros, es que atinaste con el dichoso dardo de un modo tal que yo nada habría podido hacer en contra. Y eso, precisamente, es lo que desata mi encono. No apruebo imposiciones. Ni siquiera las venidas de un Dios como tú, Eros, tan proclive al tedio…
Leyendo a Kant, terrorífico Eros, me ha dado en pensar que el filósofo alemán se equivocó; que el filósofo alemán se equivocaba. Por esto: no se puede pensar desde la libertad si tú medias entre el pensador y lo pensado. Kant (lo sé) escribió: <<Sin libertad de pensar no hay razón>>. Yo, en cambio, escribo: Libertad de pensar no es pintiparado a pensar en libertad; o mejor: desde la libertad. ¿Tiene esto sentido? Comprendo que tú, Eros, no se lo darás. Sé que tú, siempre, te revuelcas en mieles ajenas…
En fin. He vuelto a divagar por alturas de filósofo (o de poeta). Me callo ya. Lo tengo merecido.