martes, 22 de octubre de 2013

100/ Cuenta Borges... XIV

(...de Inquisiciones)

Cuenta Borges acerca del yo, con espectacular jerga y soltura dialectal, que la personalidad es una “nadería”. Que no existe un “yo de conjunto”. Y aprovecha la ocasión para atizar a cuantos escriben centrados en sí mismos: “El siglo [XIX], en sus manifestaciones estéticas, fue (…) subjetivo. Sus escritores antes propendieron a patentizar su personalidad que a levantar una obra; sentencia que también es aplicable a quines hoy [siglo XX], en turba caudalosa y aplaudida, aprovechan los fáciles rescoldos de sus hogueras. Pero mi empeño no está en fustigar ni a unos ni a otros, sino en considerar la vía crucis por donde se encaminan fatalmente los idólatras de su yo”. Y cita a Schopenhauer: Un tiempo infinito ha precedido a mi nacimiento; ¿qué fui yo mientras tanto? Metafísicamente podría quizá contestarme: Yo siempre fui yo; es decir, todos aquellos que dijeron yo durante ese tiempo, fueron yo en hecho de verdad. Tal galimatías de ideas me sugiere dos reflexiones. Una: que los escritores (sobre todo los poetas) caemos en el error del egocentrismo por inercia. Y dos: que ese error acaba convirtiéndose en acierto si nuestra finalidad es persuadir. Hoy el deleite se transfigura en captar atenciones y no hay mejor forma de lograrlo que embutiéndonos en la piel de quien más sufre. O sea: el poeta. Aquellos que me leen desde su yo, el mío, subrayan su propia desventura. Adquiriendo la `obrita´ u obra u `obrón´ lo agradecen. O visitando `gratuitamente´ las bitácoras. Pueden estar tranquilos: todos los que escribimos somos lectores previos a nuestro yo que sueña y garrapatea o pintarrajea el mundo en `ego´ sobre `centrismo´ blanco, sepia, azul...             

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