(...de Inquisiciones)
Cuanta Borges a propósito
de Unamuno dos certidumbres. Una me acaricia. La otra me abofetea. Son estas:
si alguien juzga que “la poesía es cosa (…) [para el deleite] y no (…) [para el
análisis], le responderé [que versos urdidos con inteligencia] valen al menos
tanto como los [auditivos y sugeridores de visiones]”. ¡Bravo! Ahora la
bofetada: “y si (…) [hay quien opina] que (…) los momentos más felices de la
poesía brotaron no ya de (…) [la pasión] sino de (…) [la técnica], le diré que
(…) [esos] no deben impedirnos gustar y (…) elogiar los frutos que de su bajeza
proceden”. ¡Merde! Siempre ponderé la
técnica por encima de otras consideraciones líricas. No conozco otro poeta cuya
técnica sea perfecta, sin un solo error, que Juan Ramón Jiménez. Todos los
demás cometemos fallas y todos nos jactamos de trovadores. Un edificio mal hecho posee techumbre y muros y piso. Aunque esos pisos y muros y techumbre
estén apuntalados. O los cimientos se tambaleen. O las baldosas del piso se
resquebrajen y dejen asomar lombrices. Lo sé. Pero me cuesta tanto aceptarlo...
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