martes, 1 de octubre de 2013

86/ Belleza y dolor

Para ser poeta no hay que haber previamente sufrido. Mi convicción a machamartillo se tambalea si topo con frases del tipo: “¡el conocimiento es dolor!” o “¿no ves cuan necesario es este mundo de penas y desventuras para enseñar a la inteligencia y convertirla en alma?” o “le grand malade, le grand criminal, le grand maudit... et le suprême savant”. Por orden de surgimiento las firman Byron, Keats y Rimbaud. Considero que habríamos de especificar antes qué es poesía. Ésta no se extingue con el instinto (o la razón) ni con el sentimiento. También la gestan la capacidad de imaginar (o de soñar) y el inconsciente colectivo. La fórmula poesía eres tú resulta acertada y nítida y apunta al centro del embrollo. Poésie vendría a significar `aquello a lo que le corresponde ser porque no puede no serlo´. Definirla conlleva un error de fondo. ¿Y si la concebimos sin juzgarla? O, lo que es lo mismo, ¿ni afirmándola ni negándola? Yo siempre defendí la belleza como uno de sus rasgos sine qua non. Hoy impugno esa idea. Neruda habló de “sangre por las calles”... La poetry se funda, creo, en lo poético. Representa la mirada del “trovador”. No sus “cánticos”. El poema es el disfraz que la lírica se enfunda para parecer humanamente artística. O lo que ve el lector que no es poeta. Intuimos (hay quien lo certifica) que existe el alma. Nadie (conjeturo) la ha contemplado jamás. A diario me pregunto qu’est-ce que la poésie. Antaño la identifiqué con la piel nívea y los ojos azules y el cabello rubio de una mujer. Qué errado iba. ¿Belleza y dolor como exclusivos generadores líricos? ¿No responde a realidades variopintas la archiconocida y no menos cultivada poesía? Aquéllos solo son dos de sus posibles inductores. Finalmente ignoro si nacen o se hacen con el poeta.  

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