viernes, 4 de octubre de 2013

89/ Cuenta Borges... III

(...de Inquisiciones)

Cuenta Borges que Joyce cursó la osadía. Osadía que le confirió el Ulises. Que lo mismo construyó, en esa obra, una catedral que una carpa circense. Que magistralmente mezcló ficción y realidad. Y que “su pluma (...) [ejerció] todas las figuras retóricas”. Y que “podría invocar el beneplácito de Kant (...) [o] de Schopenhauer”. Del primero porque distinguía lo real de lo irreal con ayuda de la causalidad: ésta no existiría en los sueños. Del segundo porque, para él, esa diferenciación se explica con el despertar del durmiente: el hombre vigilante solo vive. Acaba manifestando de manera implícita que lo ininteligible de la obra lo admirará con veneración. Como escribió Lope de Góngora. Algo conlleva la buena literatura para que aplaudamos lo etéreo. Barrunto si acaso no será un error y pequemos de sibaritas. O, lo que es peor, de cacasenos.  

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